Tres décadas después del día en que comenzó, es difícil entender la escala de Amazon.
Consideremos su enorme almacén en Dartford, en las afueras de Londres. Tiene millones de artículos en stock, y cientos de miles de ellos se compran cada día, y se necesitan dos horas desde el momento en que se pide algo, dice la compañía, para que se recoja, empaquete y envíe.
Ahora, imagina esa escena y multiplícala por 175. Ese es el número de «centros logísticos», como a Amazon le gusta llamarlos, que tiene en todo el mundo.
Incluso si crees que puedes visualizar esa interminable confusión de paquetes recorriendo el mundo, debes recordar algo más: eso es solo una fracción de lo que hace Amazon.
También es una importante empresa de medios y transmisores (Amazon Prime Video); líder del mercado en sistemas de cámaras domésticas (Ring) y parlantes inteligentes (Alexa) y tabletas y lectores electrónicos (Kindle); aloja y soporta vastas extensiones de Internet (Amazon Web Services); y mucho más además.
«Durante mucho tiempo se la ha llamado ‘La tienda de todo’, pero creo que, en este punto, Amazon es una especie de ‘La compañía de todo'», me dice Amanda Mull de Bloomberg.
«Es tan grande y tan omnipresente y toca tantas partes diferentes de la vida, que después de un tiempo, la gente da por sentado la existencia de Amazon en todo tipo de elementos de la vida diaria», dice.
O, como bromeó una vez la propia compañía, prácticamente la única forma de pasar un día sin enriquecer a Amazon de alguna manera era «vivir en una cueva».