Hace unos nueve meses, mientras investigaba una historia, me encontré agregado a un gran canal de Telegram que se centraba en la venta de drogas.
Luego me agregaron a uno sobre piratería informática y luego a otro sobre tarjetas de crédito robadas.
Me di cuenta de que mi configuración de Telegram había hecho posible que la gente me agregara a sus canales sin que yo hiciera nada. Mantuve la configuración igual para ver qué pasaba.
En unos pocos meses, me habían agregado a 82 grupos diferentes.
Cambié mi configuración para detenerlo, pero ahora cada vez que inicio sesión, me encuentro con miles de mensajes nuevos en docenas de grupos ilegales extremadamente activos.
El arresto del multimillonario director ejecutivo de Telegram en Francia ha encendido un debate sobre la moderación en su aplicación.
Pavel Durov ha sido acusado de presunta complicidad en permitir que las transacciones ilícitas, el tráfico de drogas, el fraude y la difusión de imágenes de abuso sexual infantil florecieran en su sitio. No hay duda de que también hay delitos en otras redes sociales, pero mi experimento apunta a un problema más amplio que preocupa a muchos agentes de la ley desde hace años.
A continuación, se muestra una muestra de algunos de los grupos a los que me he visto añadido.
Mi aplicación de Telegram se ha convertido en una ventanilla única para productos ilegales, todo ello sin que yo busque activamente nuevos vendedores.
Todas las imágenes se publicaron en los grupos y hemos modificado los nombres de los canales para no publicitarlos.
