La vida está llena de incertidumbres. Sin embargo, hay tres cosas que podemos considerar como seguras: la muerte, los impuestos y el constante incremento en los precios de las viviendas. Este último punto, aunque puede tener algunas variaciones, es una realidad que se mantiene constante en la historia de los Estados Unidos.
Históricamente, solo podemos identificar dos momentos en los que los precios de las viviendas decrecieron: durante una breve recesión a principios de los años 90 y durante la Gran Crisis Financiera en la década de los 2000. Esto es extraordinario para quienes ya son propietarios de una vivienda, pero ciertamente preocupante para quienes aún no lo son, creando una marcada diferencia entre los baby boomers y sus hijos millennials.
Durante los años 70 y 80, los baby boomers que llegaban a la edad adulta y se adentraban en el mundo inmobiliario impulsaron un auge en los precios de las viviendas, acompañado de un incremento en las tasas hipotecarias. Aunque hubo una leve recesión económica a partir de 1990, esta fue relativamente suave, con la tasa de desempleo alcanzando su máximo en 1992 y los precios de las viviendas comenzando a subir nuevamente.
Luego llegó la Gran Crisis Financiera, un verdadero lobo feroz. Desde finales de 1991 hasta el inicio de la década de los 2000, los precios de las viviendas siguieron en aumento, con un crecimiento gradual que se convirtió en un repunte importante a principios de los 2000. Sin embargo, todo llegó a su fin: los precios de las viviendas comenzaron a caer debido a la falta de asequibilidad y la falta de restricciones en los préstamos. La crisis hipotecaria resultante llevó a una disminución en los precios de las viviendas que no empezaron a recuperarse verdaderamente hasta 2012.
A pesar de la gravedad de la crisis, con múltiples prestamistas importantes declarando bancarrota y millones de hogares en proceso de embargo, la recuperación fue posible. Ben Carlson, autor de «A Wealth of Common Sense», señaló recientemente que solo ha habido siete años de pérdida en el mercado inmobiliario de EE. UU. en los últimos 75 años, lo que representa solo un 9% del tiempo.
Actualmente, los precios de las viviendas continúan en aumento, registrando incrementos significativos durante la pandemia. Aunque se han observado fluctuaciones en las tasas hipotecarias y en las ventas de viviendas, los precios de las propiedades no han disminuido en gran medida. La razón principal detrás de esta tendencia se atribuye a la escasez de viviendas en el país, un problema que ha persistido debido a años de construcción insuficiente y políticas restrictivas de zonificación.
A pesar de los cambios repentinos en las tasas hipotecarias y las fluctuaciones en el mercado inmobiliario, muchos expertos coinciden en que la única solución a esta problemática es la construcción de más viviendas. Afortunadamente, las tasas hipotecarias han bajado y el inventario ha aumentado, brindando cierto alivio a quienes buscan adquirir una vivienda.
En resumen, aunque el panorama puede parecer desalentador para aquellos que aún no son propietarios, los dueños de viviendas pueden ver con buenos ojos el constante aumento en el valor de sus propiedades. Sin embargo, es poco probable que los precios de las viviendas disminuyan en un futuro cercano a menos que se produzca una intervención significativa para abordar la escasez de viviendas en el país. La solución, aunque compleja, requiere un enfoque integral que aborde los desafíos estructurales que han contribuido a esta situación a lo largo de los años.