Los superyates son el máximo símbolo de estatus para familias reales, oligarcas y multimillonarios, desde Jeff Bezos hasta Bernard Arnault. Estos palacios flotantes son una fuente de fascinación y secretismo, pero también de emisiones de gases de efecto invernadero.
El impacto ambiental causado por estos barcos de lujo, que benefician a unos pocos, ha llevado al científico social Gregory Salle a denominarlos una forma de «ecocidio» y «reclusión conspicua» en su nuevo libro «Superyates: Lujo, Tranquilidad y Ecocidio».
Según un informe de SuperYacht Times publicado a principios de este año, hay casi 6,000 superyates, es decir, embarcaciones de más de 30 metros (100 pies) en el mar. Esta cifra se ha cuadriplicado en las últimas tres décadas.
La concentración de riqueza no solo ha provocado la explosión de superyates, sino también una división en las emisiones per cápita, con los más adinerados viviendo estilos de vida más contaminantes.
Los superricos ya representan la mitad de las emisiones de dióxido de carbono del mundo, según investigaciones de Oxfam. Las emisiones de estos individuos provienen de fuentes como grandes casas y viajes en jet frecuentes, pero los superyates son la mayor fuente de emisiones de gases de efecto invernadero, según un estudio de 2021.
Las emisiones anuales de CO2 de los 300 superyates más importantes alcanzan casi 285,000 toneladas, según el libro de Salle, una cantidad mayor que la de toda Tonga.
Además de ser contaminantes climáticos, los superyates también generan contaminación de aguas residuales, ruido, contaminación lumínica, partículas en los escapes y el lugar donde atracan puede tener efectos adversos en el medio ambiente local.
La idea de ecocidio se ha propuesto para criminalizar la destrucción intencionada de la naturaleza, y se ha utilizado a menudo para describir las acciones de los ricos dada su huella de carbono desproporcionada.
A pesar de los esfuerzos de algunos propietarios por hacer sus barcos más respetuosos con el medio ambiente, la mayoría de los superyates funcionan exclusivamente con motores de combustible. Solo ocho nuevos yates a vela se construyeron en 2023, en comparación con los 195 nuevos yates de motor.
La dificultad para entender las emisiones de carbono reales de un superyate se debe a la falta de datos recopilados y a la naturaleza inherentemente secreta del yate. Esto refleja cómo los superyates son ostentosos pero en cierto modo desconocidos.
A pesar de los avances en tecnología sostenible en la construcción de yates, la decisión de compra sigue estando impulsada por el lujo más que por las preocupaciones ambientales.
A medida que aumenta la presión pública sobre los superyates, la industria necesita evolucionar hacia prácticas más sostenibles. Aunque la transición llevará tiempo, ejemplos como los yates propulsados por celdas de combustible de hidrógeno muestran un futuro prometedor.
En definitiva, es importante reflexionar sobre las consecuencias negativas que conlleva la posesión y el uso de superyates, y considerar alternativas más respetuosas con el medio ambiente y la sociedad en su conjunto. Los superyates pueden ser un símbolo de lujo, pero su impacto en el planeta es innegable.