En la actualidad, nos encontramos con una diversidad de inversores activistas que buscan influir en la gobernanza de las empresas. Algunos de ellos, sin embargo, se centran en empresas saludables y utilizan tácticas que recuerdan a la extorsión corporativa, mientras que otros siguen la misión original de mostrar patologías genuinas en la gobernanza.
Recientemente, se evaluó cómo muchos de estos inversores activistas de hoy en día se diferencian de los activistas originales que ayudaron a catalizar reformas necesarias en la gobernanza hace dos décadas. Se argumenta que la credibilidad y propuesta de valor de los inversores activistas están cada vez más en peligro, especialmente ante las derrotas en batallas de proxy de alto perfil y el bajo desempeño financiero de las firmas activistas.
Sin embargo, hay momentos en los que los inversores activistas pueden ayudar a catalizar reformas necesarias en la gobernanza, siguiendo los pasos de figuras respetadas como Ralph Whitworth, John Biggs, John Bogle, Ira Millstein, y los cofundadores de Institutional Shareholder Services, Nell Minow y Bob Monks, quienes lideraron un movimiento virtuoso y necesario en la gobernanza corporativa.
Aunque somos escépticos de la mayoría de los inversores activistas de alto perfil que operan actualmente, celebramos cuando van tras reformas auténticas y necesarias en la gobernanza. Ejemplos recientes como la lucha en Gildan, que restauró a un exCEO despedido injustamente, o cuando Starboard Value reemplazó por completo la junta directiva de Darden Restaurants, muestran que los activistas pueden ser agentes de cambio positivos.
Es importante destacar que, a pesar de algunos éxitos, la mayoría de las luchas de proxy iniciadas por activistas han sido perdidas sustancialmente en los últimos cinco años. A pesar de esto, aún hay oportunidades donde los activistas pueden desempeñar un papel constructivo en la gobernanza corporativa.
En resumen, los activistas deben elegir sabiamente sus batallas para tener un impacto constructivo y evitar ser vistos como meros aprovechadores. Los inversores activistas pueden ser fuerzas positivas cuando abordan reformas genuinas en la gobernanza, y en estos casos, merecen ser reconocidos por su contribución al bienestar de las empresas y sus accionistas.