En la región de Kyparissia, al oeste de Grecia, Panos Adamopoulos observa con entusiasmo los primeros mangos que pronto estarán maduros en su finca. Estos mangos son parte de un experimento estatal contra el cambio climático.
A pesar de que esta tierra fértil a orillas del Mar Jónico ha sido conocida principalmente por sus olivos y sandías, también se ve afectada por la sequía, a pesar de recibir más lluvias que otras partes del país. Tras el invierno más cálido registrado, Grecia también experimentó los meses de junio y julio más calurosos desde que se comenzaron a recopilar datos en 1960.
Adamopoulos, un agricultor de 38 años, se preocupa por la falta de lluvias en su finca desde marzo. Ante esta situación, vislumbra un futuro en el que tendrá que abandonar algunos de sus cultivos más lucrativos pero intensivos en agua, como la sandía.
Para adaptarse a las cada vez más áridas temporadas, Adamopoulos ha decidido dedicarse a cultivar frutas tropicales como mangos y aguacates, que según él son más resistentes al calor intenso de la región mediterránea. Incluso planea plantar 300 árboles más en su finca de 80 hectáreas.
Este cambio en los cultivos forma parte de un estudio del instituto estatal de agricultura Demeter para determinar si las frutas tropicales podrían ayudar a enfrentar el problema de sequía que se aproxima en el país. A pesar de no ser una solución milagrosa, esta iniciativa podría ser clave para salvar al sector agrícola de futuros desastres climáticos.
En países vecinos como Italia, los agricultores sicilianos ya están produciendo mango, banano y papaya, mientras que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático estima que la cuenca mediterránea, uno de los «puntos calientes» del cambio climático, experimentará olas de calor y sequías más frecuentes.
El agricultor Theodoros Dimitrakakis, que también participa en el proyecto, reconoce que llevará años que la producción de frutas tropicales sea rentable en Grecia. A pesar de la disminución en la cosecha de aceitunas el año anterior, Dimitrakakis se muestra optimista y espera convencer a otros agricultores locales sobre la importancia de adaptarse al cambio climático.
En un momento en el que el clima es cada vez más impredecible, es fundamental que los agricultores encuentren nuevas formas de cultivar y se adapten a las condiciones cambiantes. Solo así podrán garantizar su sustento y la seguridad alimentaria en un futuro cada vez más incierto.