El aumento de la temperatura en los Estados Unidos este verano está generando más desafíos de lo habitual: la bacteria E. coli y las cianobacterias están causando cierres generalizados de playas en lagos y ríos. Este problema se ve agravado por aguas más cálidas y lluvias más intensas, impulsadas por el cambio climático, creando condiciones perfectas para que las bacterias prosperen.
Las bacterias tienden a crecer en condiciones cálidas y entre 1985 y 2009, los lagos y estanques se han calentado a una tasa de aproximadamente 0.3 grados Celsius por década. Esta transformación está aumentando el riesgo de brotes en lugares históricamente fríos. Las bacterias pueden causar una serie de síntomas, incluyendo ampollas, sarpullido, diarrea, debilidad muscular y daño hepático, entre otros. Los brotes también pueden impactar los ecosistemas.
Todo esto tiene un costo: solo en EE. UU., la prevención y tratamiento de floraciones dañinas de cianobacterias costaron más de mil millones de dólares entre 2010 y 2020, y es probable que la cifra aumente debido al calentamiento global.
Las fuertes lluvias a menudo proporcionan el «combustible y suministros» para los picos bacterianos, según Kaitlin Reinl, limnóloga de la NOAA. Las aguas de tormenta impulsan el crecimiento bacteriano al lavar fósforo y nitrógeno a lagos y ríos, donde las olas de calor pueden impulsar el crecimiento de bacterias y algas.
Una de las amenazas bacterianas más comunes para la calidad del agua es la E. coli diarreagénica, que prospera en condiciones cálidas: cada aumento de 1 grado Celsius en la temperatura promedio mensual aumenta su incidencia en un 8%.
Las cianobacterias, también conocidas como algas verdeazuladas, florecen en el calor extremo. Cuando las algas se descomponen, liberan toxinas dañinas que causan problemas respiratorios, gastrointestinales, irritación de la piel y los ojos. Los impactos más extremos incluyen convulsiones y daño hepático, e incluso pueden matar a mascotas y vida silvestre.
Las soluciones tecnológicas para cuerpos de agua grandes siguen siendo escasas. En última instancia, las mejores estrategias para reducir el riesgo de floraciones bacterianas dañinas son reducir la contaminación de nitrógeno y fósforo para cortar el combustible que necesitan las algas, y reducir las emisiones. No hacerlo podría dejar a las comunidades dependientes del turismo en apuros.
En resumen, es fundamental tomar medidas para preservar la calidad del agua y proteger los ecosistemas acuáticos de los impactos negativos del cambio climático y la proliferación bacteriana. La belleza natural de los lagos y ríos es un recurso valioso que debemos preservar para las generaciones futuras.